23 de enero de 2013

Las pasiones del alfiletero

No hace falta conocerme demasiado para saber que soy una cobarde cuando se trata de dolor físico. Pero, por si no lo sabían, le tengo terror a todo lo que causa dolor. De niña, cuentan las malas lenguas, para ponerme una inyección se necesitaban tres personas... y lo peor de todo es que yo sufría de amigdalitis casi crónica, por lo que me daban penicilina con mucha frecuencia.

De tatuajes ni hablemos, porque el sólo pensar en pasar por la tortura de las agujas con tinta ya me siento desmayar. O las perforaciones varias que están tan de moda en todas partes, ya sea en cartílagos o piel. Yo, de imaginármelas me muero del horror.

Y sí, soy la misma persona que le teme tanto a las agujas, pero ahora resulta que disfruto enormemente la acupuntura. Bueno, no es que me guste que me usen de alfiletero. Lo que me encanta es el efecto que me causa el tratamiento. No puedo negar que la sesión de hoy me dejó algo adolorida, pues tenía los músculos de la espalda totalmente contracturados (sí, ya sé, es el famosísimo estrés, pero no es el momento para regañarme).

El día que yo pueda, me dedicaré a ser masajeada y atendida como princesa. Mientras, me someto a la acupuntura en espera de reducir los estragos que me produce tratar de terminar la tesis y todo lo demás que estoy haciendo.

¿Será que tendré alma de faquir?

No hay comentarios: