20 de octubre de 2012

Los sueños de un académico

Louis Janmot, Poème de l'âme
Hace muchos años mi padre y yo hablábamos sobre los sueños, en ocasión de mi lectura de La interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Él me comentó ese día que él no soñaba, a lo que yo le contesté que seguramente soñaba pero que no lo recordaba. Le expliqué lo que Freud decía sobre lo reprimido y lo dejé en eso. Unos días más tarde, mi padre me llamó por teléfono y me contó que recordaba haber tenido un sueño.

Yo suelo recordar los sueños, por lo menos por un rato. Luego se van desdibujando poco a poco de la memoria y, hacia el final del día, terminan desapareciendo totalmente. Aunque, últimamente, no quedan adheridos a mi piel por suficiente tiempo pues mi mente tiene que estar involucrada en otras cosas casi inmediatamente al despertar. Extrañamente hoy sucedió algo diferente: tuve una pesadilla y aún la recuerdo.

Estaba en un salón de clase, en algún lugar al que acababa de mudarme. Había tenido que guardar mi ropa (que llevaba en la cajuela de mi auto) en el clóset que estaba en el salón. Es decir, ese salón era como mi habitación también, pero no había los muebles habituales de un dormitorio sino bancas para los alumnos. Empecé a dar una clase, no puedo recordar si en inglés o en español (valga la aclaración, aunque yo creo que los sueños no son en un idioma en especial, sino están basados en conceptos). En eso, entró a mi salón mi asesora (aunque no se le parecía tanto) con su hija (será su hijastra, porque ella no tiene hijas) y me preguntó si entre mis cosas estaba el suéter de la niña. Pausé la clase un momento para buscar en mi cajón la mentada prenda y sí, ahí estaba.

Iba a seguir con la clase cuando entraron dos personas más al aula. Dos mujeres (que me recordaron a dos personas que trabajaban conmigo en el museo, hace unos años) que venían a ver qué pasaba con el viejo tocadiscos que estaba en ese cuarto. Tenía el cable cortado, dijeron, y debían llevárselo. De acuerdo, yo quería seguir dando mi clase. Que se lo llevaran y me dejaran con lo mío. Pero, al volver la cara hacia el pizarrón, me dí cuenta que en un rincón había una pareja con dos o tres niños (uno de ellos un bebé). Les pedí que salieran de allí, que estaba en la mitad de mi clase les dije. Pero él insistió que ese cuarto era un área común y que todos tenían derecho a estar allí...

y me desperté, angustiada. A mí me queda claro por qué soñé esto: la búsqueda laboral que sabemos todos nosotros que es difícil en una economía que no favorece la educación en las humanidades, la perspectiva de tener que mudarme a otro lugar, la ansiedad que me causa mi relación con mi asesora (a pesar de que sólo quería el suéter de la niña). Pero, me pregunto, mis compañeros que están en este mismo barco, ¿tendrán las mismas pesadillas?

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