29 de mayo de 2012

Y cuando uno piensa que se hunde el barco...

algo sucede que lo saca a flote. Pero no hay que fiarse, es importante estar listo para echar a nadar en caso necesario. O hacer algo, porque parece la casa del jabonero.


Llevo un trimestre que cualquiera diría es una pesadilla: Por una parte, la salud no siempre es buena compañera y no porque uno no se cuide, sino porque hay cosas que se descomponen. Primero fue un riñón con piedrita; luego una insidencia de queratosis actínica, finalmente un nevo de crecimiento anormal. Por suerte, las cosas se pueden arreglar. Por otra parte, las relaciones con la directora de tesis siguen su curso, que podría considerarse suficiente en este momento. En otros rubros relacionados con la academia, resulta que no podré trabajar el trimestre de otoño, como se suponía podría, pues han decidido poner en práctica reglamentos que hasta ahora habían sido bastante laxos. Digo yo, por qué no volverse estrictos a principios de año escolar, no a finales. Pero lo bueno es que ofreceré un curso de verano que promete ser divertido y, lo mejor de todo, es que la tesis avanza rápidamente ahora (con viento en popa, que le dicen).

En lo personal, supongo que todo lo que no mata engorda. Pero hay situaciones que, a pesar de ser maravillosas en muchos sentidos, desestabilizan la vida cotidiana. Y cuando uno cree que ya tiene bajo control todas las posibles áreas vitales, zas aparece algo nuevo. Ya queda dicho que me dedico a engordar, porque no tengo ninguna intención de dejarme morir.


De hecho, creo que lo más importante es no perder la mira... seguir nuestro sueño. Aprender a volar, o por lo menos a nadar.

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