24 de abril de 2012

Diálogo vs. monólogo interior

En varias ocasiones he mencionado la dificultad que genera trabajar en una torre de marfil. El aislamiento académico no pareciera ser particularmente productivo. Un ejemplo contrario al aislamiento es lo que sucedió durante el llamado "renacimiento" del siglo XII en Europa occidental. Si la premisa de contaminación, contacto o colisión ideológica es cierta, la exposición a nuevas formas de pensar (y en este caso me refiero a la riqueza intelectual y cultural andalusí) desencadenaron dicho renacimiento. Las disputas teológicas entre las tres leyes (cristiana, judía y musulmana) dieron lugar a nuevas nociones y conceptos.

La vida en el scriptorium, que es paradigma del aislamiento, dio lugar a copias y adaptaciones de otros escritos. La riqueza intelectual, en cambio, se centró en otros espacios. Las cortes y las universidades se volvieron foco de encuentro de múltiples culturas, particularmente algunas de estas instituciones. Claro está, no todas las tendencias religiosas estuvieron presentes. Puedo pensar en la ausencia de albigenses en las cortes, por ejemplo. Es decir, la posturas heréticas no fueron parte de esta heteroglosia.

Hoy, como muchas otras veces, siento la necesidad de dialogar con otros al respecto de estas ideas, que de alguna manera se ven y verán reflejadas en mi tesis doctoral. Una vez más la sensación de soledad es intensa. Nuevamente me siento en el scriptorium. No hay gran cantidad de académicos dedicados al estudio de texto tardíomedievales que fueron traducidos o adaptados al castellano, sobre todo porque muchas de estas versiones son sólo consideradas eso: traducciones. Así, estoy en un campo solitario, muy solitario.


En fin, el hecho es que desde mi pequeña torre de marfil intento acercarme a mis propias ideas a través de compartirlas. En ese diálogo que veo más como un monólogo interior, espero encontrar la validez (o falta de validez) de mis conclusiones. Por lo pronto es lo único que cabe hacer.

15 de abril de 2012

Las abuelas

¿Cuántas abuelas tienes? Yo tengo muchas, muchísimas de hecho. Será porque crecí a distancia de mi familia extendida, así que a muy temprana edad ya tenía abuelas de repuesto. En la foto a la izquierda se ve una imagen de una reunión de las Trece Abuelas. Trece mujeres de diferentes rumbos compartieron sus vivencias. Con ese espíritu en mente, me propongo a contarles de mis abuelas.

Mi abuela materna, la única abuela "de sangre" que conocí, fue durante mis primeros dos años más bien mi madre, mi cuidadora cotidiana. Ella me daba de comer y me tenía a su lado. De eso, recuerdo muy poco. Era yo muy pequeña y poco después nos fuimos de mi país a otro... que se volvió mi país poco a poco. Ya sé, quien me conozca personalmente seguro pensó que hablo del reino del águila y la serpiente. Pero no, déjenme decirles que mi segunda patria estaba más al norte, aunque entonces yo no lo tenía tan claro.

Por un año tuve una nueva cuidadora, una mujer que no recuerdo realmente. Ella y yo, al parecer, podíamos conversar sin problemas aunque mis padres no lo lograban. Esta mujer era africano-americana, por lo que seguramente tendría algún acento (y pobres mis padres, el inglés que conocían era de la zona industrial de Inglaterra). Yo creo, a pesar de no tenerla tan presente, que esta mujer de alguna manera era como una abuela en su momento.

Y otra vez volvimos a emprender el vuelo, ahora sí a la tierra de los movimientos telúricos. Allí conocí a dos mujeres fabulosas, ambas mis abuelas. Primero que nada Ana María Rubalcava viuda de Almada ("Nanis" de cariño), de la que jamás me olvidaré. La recuerdo parecida a Marlene Dietrich, pero seguro me equivoco. Nanis fumaba, tomaba café express en tacita chiquita, se pintaba los labios muy rojos y tenía un perrito salchicha adorable, llamado Nene. Nanis me enseñó las cosas más divertidas del planeta y, sin lugar a dudas, era una versión mexicana de Mary Poppins pero de clase muy alta (y nada de andar cargando planchas y cosas así en un bolsón). La verdad, era una señora bien, divina y llena de imaginación.

Un poco más adelante, la Sra. Bonilla se volvió una abuela para mí... aunque mi relación fue un poco menos estrecha con ella. Su fascinación por las telenovelas es algo que recuerdo con mucha precisión... y su afán de enseñarnos (a mi hermana y a mí) a cocinar y lavar platos correctamente. Debo agradecerle también ese amor materno que prodigaba a quien se le acercaba.

Y así llega 1971, año en que finalmente tuve a mi propia abuela viviendo bajo el mismo techo. Si hubiera una máquina del tiempo, regresaría al pasado y le pediría disculpas por hacerla rabiar. Aunque, para ello necesitaría tener la sabiduría que tengo ahora, 40 años después. Podría ser que le hubiera pedido que dejara de meter cizaña en las ya de por sí tensas relaciones familiares. ¡Qué sé yo!

El hecho es que tener tantas abuelas es productivo, porque finalmente uno logra ser parte de otras telarañas... esteee, redes familiares, quise decir.

Puesta al día: Hace muy poco recibí la nota que apareció en el periódico acerca de la muerte de mi otra abuela "de sangre". Creo que merece ser difundida, porque fue mi abuela y tiene un lugar en mi corazón aunque no la haya conocido. Ah, agregaré que mi padre tenía dos años y medio cuando ella murió.

12 de abril de 2012

¡Qué desastre!

Hace tiempo que no publico nada en mi diario y no es por falta de ganas. La verdad, el tiempo no me da para todo. Pero, además de eso, soy víctima de una criatura similar al horla (del cuento homónimo de Guy de Maupassant, si no lo has leído puedes seguir el vínculo anterior). No sé bien cuándo llegó a mi vida, pero se ha instalado cada vez más profundamente en mi ser. Primero me irritaba la garganta y me causaba tos, después empezó a causarme dolor de oídos. Finalmente, ayer tuve una fuerte fiebre durante la noche. Espero haber tocado fondo, porque tengo que avanzar en la tesis.

No quiere decir que no haya leído nada. Pero he sido incapaz de escribir coherentemente para concluir UN párrafo que da por terminado el capítulo. En fin, ojalá que hoy pueda darle un rato a la escritura académica.

Tendría que volver pronto a retomar las ideas sobre "El Horla" y su relación con "La máscara de la muerte roja" de Edgar Allan Poe. Pero eso tendrá que esperar.