8 de septiembre de 2011

La academia en tiempos del cólera

No, no estoy citando a un conocido escritor latinoamericano. No quiero referirme al amor y esas cosas. Estoy hablando del cólera... o ¿será la cólera? Para mis lectores no conscientes de la diferencia, déjenme contarles que según el Diccionario de la lengua española (DRAE) la cólera significa "ira, enojo, enfado". Sin embargo, cuando el sustantivo es masculino es una "enfermedad epidémica aguda de origen bacteriano, caracterizada por vómitos repetidos y diarrea severa". Hecha esta aclaración, creo que debería quizá renombrar esta entrada: "La academia en tiempos de la cólera".

La academia originalmente era una "escuela filosófica fundada por Platón, cuyas doctrinas se modificaron en el transcurso del tiempo, dando origen a las denominaciones de antigua, segunda y nueva academia" (DRAE). Hoy en día es un "establecimiento docente, público o privado, de carácter profesional, artístico, técnico, o simplemente práctico" (DRAE) pero también implica que este cuerpo de docencia tiene un carácter autoritativo. Los académicos son aquellos que se consideran a sí mismos y son considerados por otros autoridad sobre una materia específica. Lo que es una lástima es que los empleados administrativos, contratados por estos cuerpos docentes para hacer funcionar un establecimiento de enseñanza-aprendizaje, han tomado las riendas del asunto.
Le Collège de Sorbonne en 1550 (imagen realizada cerca de 1850) © Musée national de l'Éducation - CNDP

No lamento que los académicos o docentes, elige lector la palabra que más te convenga o acomode, hayan perdido cierta parte de su autoridad. De hecho, creo que tengo conflictos con las figuras de autoridad que no son capaces de bajarse del pedestal e intercambiar su lugar con otros. Lo que lamento es que los administradores crean que saben qué es mejor para la educación. Así, en este momento en donde la liberalización del mercado ha llevado a una crisis de valores (además de económica), ya no importa proporcionar una educación a nuestros jóvenes sino amasar grandes sumas de dinero a través de las "universidades". Estas instituciones, que en algún momento fueron creadas por los mismo estudiantes alrededor de algunos profesores, se han vuelto una máquina perpetuadora de obreros de baja capacidad intelectual.

Y sí, algunos todavía creemos que enseñar y aprender es una necesidad, no un lujo. Por eso la ira, el enojo, el enfado. Llevo tantos años en este proceso de aprender y enseñar que no quiero ni pensarlo. Además, justamente ahora tengo que entrar al mercado laboral y mostrar que estoy dispuesta a formar cientos de mentes pequeñas, en lugar de jugárnosla todos por llegar más allá.

No, no me interesa ser considerada una autoridad en ninguna materia. Eso no importa. Lo que realmente me preocupa es poder mostrarle a unos cuantos que sí podemos alcanzar a entender más de lo que imaginamos.

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